domingo, 27 de marzo de 2016

«Quien tiene un pueblo, tiene un tesoro»




Durante días, le he estado dando vueltas a la entrada de la semana, pues hay varios temas que tengo pendientes, y no me decidía. Sin embargo, el viernes llegué a mi pueblo, y pensé que por qué no hablo de él, de su influencia. Sin duda el título de la entrada viene como anillo al dedo, me explico: el que haya tenido la suerte de “tener pueblo”, vivir en él, o ir esporádicamente seguro que me entiende.

Los pueblos, muchos de ellos despoblados, mantienen vivas las tradiciones y costumbres de pasadas generaciones, (como la noche de las “trastas”, que por cierto, nos la están poniendo difícil ejeem) y nos hacen mantener nuestras raíces más profundas, aunque muchos sólo los visiten una vez al año.

Eso me hizo reflexionar, cómo personas, que viven a miles de Km de Almería, fuera de Andalucía, e incluso fuera de España, intentan durante sus vacaciones pasar unos días en su pueblo, en el que crecieron; les quede o no familia cercana. Yo misma, viviendo a 30 min del mío, muchas veces, siento la necesidad de pasear por sus calles solitarias, bajar al río, subir al “cerrico” las cruces..., simplemente disfrutar de sus paisajes.

Me satisface ver que “siempre nos quedará el pueblo”, esa unión, ese nexo no nos separará aunque estemos a miles de KM. Esas ganas de desayunos en el bar, cafés eternos, tardes de piscina sin prisas, cenas hasta las tantas, risas y anécdotas, que nos hacen mantenernos unidos durante todo el año.

En el pueblo nos hemos sentido niños, y me encanta ver, como mis enan@s (dícese hijos de primos hermanos), se pasan horas eternas en el parque, jugando en libertad sin estar pendiente de los coches, donde las bicicletas no tienen carril bici, jugando en la calle, disfrutando del aire libre, ajenos a la realidad de este mundo. En definitiva, siendo niños.

Es una satisfacción observar que, aunque han pasado los años, aún se puede ser un niño en los pueblos (aunque con un poco más de precaución, por desgracia).

Como dice el título, «quien tiene un pueblo, tiene un tesoro»; un tesoro de incalculable valor, por sus paisajes, su riqueza en costumbres y tradiciones, y sin duda por ese nexo de unión de todas y cada una de las generaciones que nos hemos criado, y que se criarán en él. Siempre nos quedará el pueblo.

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